Una pregunta, aparentemente ingenua, es la que se hace el premio Nobel de literatura 1998, José Saramago, en su libro El Evangelio según Jesucristo: ¿Por qué Dios salvó a Jesús de Herodes y en cambio permitió la matanza de los inocentes?
La respuesta, convertida en narración de más de 500 páginas, seduce a los lectores y los vuelve a conmover con la figura de aquel palestino que dividió la historia en antes y después de él.
El texto de Saramago comienza desentrañando los gestos de los personajes que forma parte de una litografía sobre la crucifixión. El escritor portugués se atreve a realizar cuestionamientos que se libran de ser llamadas “blasfemias” por el preciso talento de su pluma.
Y si el contenido de su obra espabila al más distraído de los lectores, la forma en que está escrita podría hacer rasgar las vestiduras a cualquier editor de estos tiempos neuróticos de la Internet, donde un párrafo de más de cinco líneas es casi un pecado.
Saramago es un maestro de la puntuación, que se permite el riesgo de escribir un capítulo de diez páginas en un solo párrafo, o separar los diálogos entre dos personajes sólo con comas.
Quien busca alguna luz que ilumine algunas zonas oscuras en la vida de Jesús de Nazareth, y sobre las que no dan información los textos canónicos, puede acercarse a El Evangelio según Jesucristo que, sin pretender contar la verdadera historia, según su propio autor “es como una relectura de los evangelios, es como un viaje al origen de una religión”.
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