Este era el ritual que siguió hasta su muerte el cubano José Vicente Adot cuando visitaba la tumba de su esposa, luego de quedar viudo a los 24 años de edad.
Hoy en día la muestra de amor se ha convertido en un rito que repiten cientos de cubanos que buscan en una lápida la esperanza que no encuentran en el sistema político de la isla caribeña.
La Milagrosa es el nombre que le han puesto los creyentes a la tumba, ubicada en la Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana, donde reposa el cuerpo de Amelia Goyri de la Hoz. Murió el 3 de mayo de 1903, a los 23 años de edad, mientras daba a luz a su hijo, quien también falleció.
Pasados algunos años se realizó una exhumación que sorprendió a los presentes, pues el pequeño, que había sido enterrado sobre las piernas de su madre, fue encontrado entre sus brazos.
La historia se propagó por la isla, lo que generó con el tiempo el peregrinaje de devotos a la búsqueda de favores.
Los deseos no sólo incluyen protección contra complicaciones de parto o dificultades para concebir, sino también salir favorecido en el sorteo de televisores chinos que entrega el Gobierno a los trabajadores de bajos ingresos a finales de año, en vez de prestaciones sociales.
Los creyentes en La Milagrosa incluso han pedido la canonización de Amelia Goyri por la Iglesia Católica.
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